martes, 28 de septiembre de 2010

Escapar.


Salir. Escapar.¿Nunca has tenido la necesidad de hacerlo?
Abrirte paso entre la falsedad y la hipocresía.Entre las injusticias y la envidia. Y salir. Y poder mostrarte como realmente eres. Ser tu misma.
No es fácil y cuando llegas a conseguirlo te duele ver la realidad. El pasado y el presente. Donde estabas y dónde te encuentras ahora. Te duele ver todo lo que has tenido que dejar atrás.Y te cuesta creer todo lo que ha ocurrido.En todo este tiempo poco a poco has ido viendo como tu relación con algunas personas se ha ido deteriorando, reduciéndose a la ignorancia.
Llegué a pensar que sólo era una egoísta que no podía soportar la sitiación, pero con el paso del tiempo comprendí que no merecía la pena.Para que luchar por algo de lo que no voy a obtener nada bueno...Perder mi tiempo pensando como arreglarlo. No se lo merece.
Afortunadamente he encontrado personas que me aprecian por como soy, y no por lo que tenga o pueda llegar a tener. Personas que no desaparecerán un día de mi vida y pasarán como si no me conociera.
Si algo he aprendido durante todo este tiempo es que nunca debemos aparentar algo que no somos para intentar encajar. Siempre habrá alguien que nos valore por lo que somos.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Recuérdame

14 de noviembre 2000

Caía la tarde cuando el avión comenzó a despegar. Destino: Londres.

Se acerca una azafata y amablemente me ofrece un café. Ha sido un vuelo largo, pero dos horas después me encuentro en el London City Airport. Todo es tan diferente… mi recuerdo no tiene nada que ver con este momento que estoy viviendo.
Mientras viajo en taxi al hotel donde me hospedo vienen a mi mente antiguos recuerdos que han permanecido durante estos diez años. Nunca olvidaré aquel 14 de noviembre…
(14 de noviembre 1990)
Era mi primera visita a Londres. Nervioso me dirigía en taxi a Trafalgar Square. Era la hora del almuerzo y esperaba pacientemente a Marcus ejecutivo de British Airways que se retrasaba en veinte minutos. Teníamos un ambicioso proyecto entre manos.
Se trataba de la construcción de una gigantesca noria situada en el centro de Londres. Minutos después pasamos al interior del lujoso restaurante de la capital inglesa. Quedé impresionado al observar la majestuosa decoración. Aquellas mesas con sus patas torneadas al igual que las sillas… ¡Aquel lugar era maravilloso!
En ese momento se acercó la hija de Marcus. Me la presentó. Era una chica totalmente diferente a las otras chicas que había conocido. Su sonrisa era extraordinaria. Su pelo color canela muy suave. Sus ojos de color miel, su piel tan suave como la de un bebé. Su mirada transmitía algo y cuando sonreía notaba mariposas en el estómago. Estaba totalmente enamorado de ella.
Tras una agradable velada volví a mi hotel. Ya en mi habitación me tumbé en la cama y estuve pensando en ella durante unos instantes. Entonces me llamaron de recepción. Bajé y allí me esperaba ella, Blair estaba preciosa con unos pantalones azul marino y una blusa blanca. Se acercó y me dijo que si la quería acompañar al lugar más bonito de Londres, y yo la acompañé encantado. Juntos paseamos al atardecer por los alrededores del Támesis. Nos sentamos en una explanada verde cercana ella me confesó que cuando me vio por primera vez había sentido algo totalmente diferente y yo sin saber que hacer, sonreí y la besé.
La acompañé a la puerta de su casa y me despedí de ella como si fuera la última vez. Al día siguiente tenía que volver a España pero no le dije nada para que no sufriera. Antes de subir a su casa Blair me dijo que quedáramos para desayunar en el hotel donde me alojaba y yo accedí encantado. De nuevo en mi habitación ante la idea de no volverla a ver decidí escribirle una carta pidiéndole perdón por no presentarme al desayuno del día siguiente. Aún recuerdo lo que escribí como si fuera ayer:
Querida Blair:
He pasado el mejor día de mi vida. Eres una mujer extraordinaria, me gustas mucho. Quiero que sepas que por el trabajo y el lugar donde ambos vivimos es mejor que estemos separados. Espero que por esto no pienses que no te quiero, porque no es así. Si pudiera tenerte entre mis brazos y poder abrazarte todos los días de mi vida sería el hombre más feliz del mundo. Has despertado en mí algo que ninguna chica antes había hecho nunca. Hay un refrán que dice: “nunca digas nunca, nunca digas siempre.” Y es que siempre te querré esté en España o en cualquier lugar del mundo. Esté donde esté siempre te amaré.
Cuídate mucho.
No me olvides
Nate.
Tras varios minutos recordando el pasado, llego a aquel hotel donde me hospedé hace diez años. En el hotel todo sigue igual; su amplio recibidor con su escalinata de mármol y sus cuatro ascensores los cuales me suben hasta el piso ochenta y nueve donde se encontraba mi habitación: la número 1411. Una vez arriba no me es complicado encontrar la habitación, sabía de memoria el camino hacia esa habitación.
Solté las maletas encima de la cama, y fui directo a la enorme terraza que tanto añoraba y desde la cual se podría contemplar la ciudad. Estaba empezando a atardecer y volví a recordar el paseo que di con esa persona tan especial. Un agudo pitido me despertó de aquel sueño. Me llamaban desde recepción. Por un momento pensé que el pasado volvía al presente. Bajé y era Marcus. Me costó reconocerlo. Aquella persona corpulenta y con el pelo negro como el azabache que yo conocí se había convertido en una persona de sesenta años con el pelo canoso, barba y peculiar estilismo.
Tras una larga conversación quedamos en vernos el jueves antes de la ansiada inauguración. Cuando Marcus se fue me dirigí al río Támesis para despejarme un poco. La zona había cambiado mucho en estos años. Lo que antes era una pequeña carretera se había convertido en una gran autopista.
En ese momento una ráfaga de viento rozó mi cuerpo haciendo que un escalofrío lo recorriera lentamente recordando la primera vez que la besé.
Se hacía tarde y debía regresar a mi hotel puesto que mañana era el gran día, me tumbé en la cama. Estaba agotado ya que había sido un día lleno de recuerdos. No me la podía quitar de la cabeza. ¿Qué habrá sido de ella?, ¿dónde estará?, ¿con quién?, ¿estará bien?, ¿se acordará de mí tanto como yo de ella?, ¿leería la carta?... Esté donde esté, esté con quien esté, si ella es feliz yo también.
Tras una larga reflexión conseguí conciliar el sueño…
Al día siguiente me levanté entusiasmado cuando aún el sol no había salido. Baje a la cafetería, compré un café y un pastel y me dirigí nuevamente al río Támesis. Necesitaba relajarme antes de la inauguración puesto que aquel lugar me daba lo que tanto ansiaba.
Caminaba a paso ligero tomando un sorbo de café, cuando de repente tropecé con una mujer de pelo canela. Me recordaba tanto a ella… en ese momento la miré a los ojos y me disculpé. Ella exclamó:
¡¿Nate?!
Yo contesté entusiasmado:
¡Blair, no puede ser, te he echado tanto de menos!...
Y la abracé como si fuera la primera vez. Seguía siendo la misma, olía tan bien…
De repente sonó el móvil e interrumpió ese increíble momento. Era Marcus recordándome que en veinte minutos daría comienzo la inauguración del London Eye.
Debemos irnos – le dije a Blair.
Cuando llegamos había casi un millar de personas haciendo cola. Todos querían ser los primeros en probar semejante novedad.
¡Pasa, pasa!- me dijo Marcus – la inauguración está apunto de comenzar.
Tras cortar la cinta Blair y yo nos sentamos en una de las cabinas de aquella gigantesca noria. Una vez allí le pregunté:
¿Por qué no respondiste a mi carta?
¿Qué carta? Preguntó ella intrigada.
La que te dejé en recepción el día en que quedamos para desayunar.
Ese día tampoco acudí a desayunar porque desgraciadamente mi madre sufrió un accidente de coche cuando iba hacia el trabajo, y no pude avisarte. – se disculpó Blair. – Días después mi padre me dijo que te habías marchado y pensé que fue porque no aparecí allí. Entonces decidí que olvidarte sería lo mejor, pero no pude, por eso cada tarde acudí al río Támesis para revivir aquel momento que vivimos juntos. Y así mantenerte cerca de mí aunque fuera por recuerdos. Presentía que algún día nuestras vidas se volverían a encontrar.
En la carta que te escribí, expresaba lo mucho que te quiero y te pedía que no me olvidaras. Pienso que si el destino ha vuelto a cruzar nuestros caminos por alguna razón será.
Ella me miró con aquella sonrisa que tanto echaba de menos y la besé. Fue un beso tan apasionado que no recordaba y un sabor tan dulce como su mirada color miel.

“Así que, si el destino separa algunos caminos, no olvidéis que el pasado siempre nos acompaña esperando para liar el presente.”

María Tirado Cañestro
Marina Carnicero García